sábado 29, junio 2024
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La resistible ascensión de la ultraderecha francesa

Tras el pésimo resultado obtenido por el oficialismo en las elecciones europeas del 9 de junio (14,6%), el presidente Enmanuel Macron, optó por la disolución del Parlamento francés y convocó elecciones legislativas para el 30 de junio y el 7 de julio próximo. Sin ninguna necesidad u obligación, esta temeraria ocurrencia presidencial ha puesto al país en ebullición y llenado de desconcierto. Se añade el hecho que Francia está en vísperas del inicio los Juegos Olímpicos. Por las tensiones provenientes de las guerras del momento, el nivel de riesgo de atentados es muy alto. Los observadores políticos siguen sin entender lo que ha buscado el presidente con la inesperada decisión de disolver el Parlamento.

De cualquier manera, lo que se vive y se siente hoy en el país galo es la impotencia de un poder político que no logra gobernar, y que quizás cree que puede pervivir poniendo al país en movimiento. En Marcha era el nombre del movimiento que Emmanuel Macron creó en 2016. Quizás piense que el movimiento es la palanca capaz de superar los obstáculos imprevistos. En la Italia de los años 1910, el poeta Filippo Marinetti creó un movimiento artístico que llamó Futurismo. Marinetti era un admirador de la velocidad del mundo moderno que cantaba “el amor al peligro, el hábito de la energía y de la temeridad».  La inminencia del peligro es lo que sienten hoy los franceses ante la incomprensión del momento político y la muy posible llegada al poder de la ultraderecha francesa.

Sin explicación racional sobre las intenciones de Emmanuel Macron, cabe pensar que el presidente tiene simplemente una gran fe en la barraca, como lo creía Francisco Franco. Pero, fiarse en la suerte no es prudente, no es valentía, sino temeridad, le recordaba el Quijote a Sancho Panza.

El centro se desinfla, los ultras se fortalecen

A pesar de haber tenido una aplastante mayoría en el parlamento en el primer mandato (2017-2022), Enmanuel Macron tuvo una oposición continua en la calle (Chalecos Amarillos, movilizaciones contra la reforma de pensiones, los movimientos de los agricultores). En cuanto al segundo mandato, sin mayoría en el Parlamento, el gobierno recurrió 12 veces al artículo 49.3 de la Constitución, el cual le permitió legislar sin la aprobación de los diputados (Mitterrand utilizó el decretazo 28 veces). El hartazgo manifestado en las calles y los decretazos presidenciales terminaron por deslegitimar el poder. El golpe de gracia fue dado en las elecciones europeas del 9 de junio pasado.

Sin estar obligado por la ley, el hecho de convocar elecciones anticipadas puede ser un remedio peor que la enfermedad que se busca combatir. No es seguro que salga una mayoría clara, ni una coalición gobernante. Es probable que incluso se necesite adelantar también las elecciones presidenciales. Si fuese el caso, se sabe que el partido presidencial llegaría muy rezagado, ya que el proyecto de creación de un gran partido de centro ha fracasado. En cambio, el daño colateral de ese fracaso es la implosión de los partidos tradicionales y el auge de la ultraderecha racista.

El RN (Agrupación Nacional) cada vez más cerca del poder.

En las elecciones legislativas anticipadas del próximo domingo se encuentran suficientes ingredientes para que la ultra derecha liderada por la familia Le Pen llegue al poder. La Agrupación Nacional (RN) ya ha sido finalista en las elecciones presidenciales en tres oportunidades. (2022, 2017 y 2022). Este partido, que ha funcionado como una empresa familiar, fue fundado por personas que colaboraron con los nazis durante la ocupación de Francia en la segunda guerra mundial y se opusieron al fin del colonialismo francés en África. El RN saca su ideario igualmente de las ideologías reaccionarias del siglo XIX, de tesis defendidas por los que no aceptaron la revolución francesa (Joseph de Maistre) y cultivaron después ideas contrarias al contrato social (Charles Maurras, Gobineau, Barres). Es una corriente compuesta por una mezcla de credos donde sobresalen el antisemitismo, la defensa del catolicismo, el darwinismo social como brújula (supremacía de la supuesta raza blanca sobre las otras), el organicismo (la sociedad sería un cuerpo atacado por virus extranjeros). Defienden también la idea que la nación es una cuestión de tradiciones, lengua y genética, y por lo tanto, combaten los postulados de la modernidad que conciben la nación como un pacto, un contrato social, una voluntad de los ciudadanos para vivir juntos, un plebiscito cotidiano (Ernest Renan). Pero lo que más aglutina hoy es la islamofobia, el odio a los musulmanes.

El RN o la muerte de la empatía

Ya van más de tres décadas en las que el odio hacia el musulmán es azuzado por los partidos nacionalistas y fomentado por los canales de comunicación financiados por multimillonarios. En Francia, al votar por Le Pen y Bardella, el elector delega al próximo gobierno la tarea de administrar la pulsión de muerte que individualmente el elector nacionalista contiene. Bertolt Brecht llamaba esa “operación” la tentación del fango, el gusto por la humillación del otro, el placer de ver el sufrimiento del vecino, convertido en chivo expiatorio por los partidos nacionalistas. «La muerte de la empatía es uno de los primeros y más reveladores signos de una cultura a punto de descender a la barbarie”, advertía Hannah Arendt.

La Agrupación Nacional (Rassemblement Nacional RN) es un partido que no acepta la modernidad. Para sociólogos como George Simmel, la modernidad se define por la posibilidad que dan las sociedades democráticas al individuo de gozar de varias identidades. No hay ninguna incompatibilidad entre ser católico y francés, judío y francés, musulmán y francés, ateo y francés. En cambio, la ultraderecha fomenta la idea de una supuesta incompatibilidad entre la identidad francesa con el islam. Incluso propone sacar de los altos cargos del Estado a los franceses que tengan doble nacionalidad. En una charla que tuve con un indígena de la etnia teko de la Guyana francesa escuché la mejor definición de la modernidad. “Me llamo Paul Talko, me dijo, soy del pueblo Teko, profeso la religión de mis ancestros teko, soy guyanés, soy latinoamericano, francés y republicano, también europeo”. Paul Talko tiene mucho que enseñarle a los 40% de nacionalistas que votaron en las elecciones europeas por los partidos racistas.

En la mayoría de los países de Europa y, sobre todo, en Francia, la xenofobia invadió los canales de televisión, las redes sociales, los estadios de futbol…. El insulto racista se ha trivializado. Por todas partes los partidos políticos que difunden odio prosperan. Hace 60 años, Hannah Arendt acuñó el vocablo “la banalidad del mal” para describir la trivialización de las violaciones que una sociedad permite sin que las personas se detengan a pensar en las consecuencias éticas y morales de sus actos.

El triunfo de la irracionalidad       

La política se ha construido por medio de oposiciones entre bandos de correligionarios y adversarios. Aunque con la llegada de internet la comunicación política se ha degradado. Las redes sociales han abastecido el viento necesario para hacer mover el molino del odio. Mentiras, acosos, calumnias, rumores y complots viajan por las redes, e incluso por canales de televisión, sin visado ni control. Todas las democracias están siendo atacadas por la irracionalidad. ¿Cómo explicar el Brexit, el trumpismo, el éxito de Bolsonaro o de Javier Milei?  ¿Cómo explicar el auge del nacionalismo que en Europa causó dos guerras mundiales? Todos los fenómenos citados comparten el uso de un vocabulario soez y el campo semántico de la irracional, en donde sobresale la mentira, la promesa de venganza, la humillación al débil, el descaro. Se trata de un lenguaje desinhibido, sin tabúes.

Entre el auge del voto racista y el creciente número de personas que adhieren a teorías complotistas hay una correlación. Los dos fenómenos son una seria amenaza para la democracia. El complotismo nos lleva a épocas en que se quemaban mujeres acusadas de brujería y las sociedades, en lugar de defender a aquellas miserables mujeres, creían a pies juntillas en los embustes confeccionados por los complotistas de aquellas épocas,

Para Victor Hugo, el miserable es aquel que sufre una injusticia sin misericordia. En Francia hoy, los miserables son las poblaciones inmigrantes provenientes de las antiguas colonias francesas, son los que barren las calles, hacen el aseo en las oficinas, los colegios, los hospitales, trabajan en la construcción y la agricultura. Ellos son el blanco estigmatizado de los partidos nacionalistas. Son los chivos expiatorios de siempre. Son los judíos de los años 1930 en Alemania, los gitanos, moros y judíos en la España del siglo XV. La historia no se repite, conocerla nos ayuda a retrasar la llegada de la barbarie, a identificar sus nuevos rostros.

Un mundo sin esperanza es irrespirable, André Malraux

En medio de la incertidumbre, la zozobra y el desconcierto, creado por el éxito del nacionalismo y la subsiguiente disolución del Parlamento, se reactivó el debate democrático. El conflicto político interesa a los ciudadanos, reúne y derrite la indiferencia de los que de costumbre observan sin escuchar los argumentos. La onda de choque del 9 de junio tuvo también un efecto conciliador en las divisiones de los partidos de izquierda, los cuales han conformado un Nuevo Frente Popular. Impedir la inminente llegada del nacionalismo racista y desplegar por fin una política social y ecológica a la altura de la coyuntura, son los dos ejes en los cuales la izquierda ha encontrado un consenso. La esperanza ha vuelto. Hay que esperar que ésta sea más fuerte que las pulsiones de muerte.

(*) Enrique Uribe Carreño, Profesor en la Universidad de Estrasburgo.

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