sábado 29, junio 2024
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Argentina en la Copa América: un breve oasis en su crisis eterna

Buenos Aires, 26 jun (Sputnik).- El fútbol tiene la habilidad de entreverarse con el devenir político y social de un país y de poder lograr que los hinchas se olviden de sus problemas por 90 minutos. En especial si se trata de Argentina.

Pero la mística brilla lo que dura el partido. Si acaso, empieza minutos antes y se difumina instantes después de la competencia. Después, la cotidianidad se encarga de derribar ensoñaciones: se templan las emociones, la vida sigue.

«Las metáforas que puede producir el fútbol son muy tentadoras, pero muy peligrosas», advierte a la Agencia Sputnik el periodista deportivo Ezequiel Fernández Moores, que renuente a considerar este deporte como una distracción, descarta que una hipotética goleada a Brasil pueda hacer olvidar el precio, cada vez más elevado, del kilo de pan.

«Alguien definió el fútbol como una Disneylandia portátil», acota.

Con los partidos de Argentina en la Copa América, la ilusión se renueva.

El escritor argentino Jorge Luis Borges despreciaba el fútbol. Dijo alguna vez que este deporte era vocación de masas «porque la estupidez es popular», recuerda este experto, que en 2017 recibió el premio platino de Konex por ser considerado el periodista deportivo más importante de la década en su país.

«Borges no entendía cómo la gente podía volverse tan loca por once contra once detrás de una pelota. Creo que era una simplificación de lo que significaba el fútbol, pero tenía razón en decir que la gente no se puede olvidar de la dureza de la vida cotidiana porque se gana un partido. En todo caso, se celebra unos minutos», asume Fernández Moores.

Por más que la pasión del fútbol corra por una vía paralela al acontecer multicausal que forja una nación, sí ha pasado que los políticos han tratado de sacar rédito de las emociones transitorias que atraviesa la sociedad. El mayor intento de manipulación que hubo en Argentina salta claro en el recuerdo del periodista: el que exhibió la Junta Militar comandada por Jorge Videla durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983).

«El fútbol argentino siempre se creyó que era el mejor del mundo, típico de la jactancia porteña, pero nunca había ganado mundiales. Hasta que ganó el Mundial en 1978 y al año siguiente se coronó como campeona del Juvenil sub-20, en Japón. En ese momento estaba de moda la frase «los argentinos somos derechos y humanos», una respuesta militar publicitaria a las acusaciones de violaciones de los derechos humanos», evoca el cronista.

El mismo día en que la selección argentina derrotó a la URSS en la final del Mundial juvenil, Videla salió a saludar desde la sede del Ejecutivo a unos niños a los que habían llevado deliberadamente frente a la Casa Rosada. A 200 metros, estaban los familiares de las víctimas del terrorismo de Estado denunciando la desaparición de sus allegados.

«Videla, que no había ido nunca a la cancha, en junio de 1978 fue como siete veces, y celebraba los goles como si fuera Mario Kempes, que fue el goleador de la copa», recuerda el periodista argentino.

No de manera tan siniestra, pero los ejemplos de manipulación del fútbol en provecho propio ha sido tentación común en el poder político de turno, sea en dictadura o en democracia, puntualiza Fernández Moores. No así (de momento), por parte del actual presidente, Ja maradonianas,vier Milei.

«Esto que está pasando es atípico», evalúa al recordar el paso del mandatario como arquero por las categorías inferiores del club Chacarita Juniors. «Milei se mostró bastante despreciativo con el fútbol al decir, muy suelto de cuerpo, que se había cambiado de equipo en plena final de la Copa Libertadores que enfrentó a Boca y a River en Madrid en 2018, cuando ningún hincha de fútbol puede decir algo así».

La «impunidad declarativa» del presidente argentino, en palabras de Fernández Moores, no es una prerrogativa que se circunscriba al mundo deportivo. «El único interés que tiene en el fútbol es un favor que le debe al expresidente Mauricio Macri (2015-2019), su socio político, que es la conversión de los clubes en sociedades anónimas», apunta el autor de libros como «Díganme Ringo» y «Juego, luego existo».

Alterar la identidad social

El afán de Milei por cambiar el estatuto de los clubes de fútbol esconde un interés principalmente mediático, debido a los cambios sociales que traería aparejados en detrimento del carácter civil de los clubes de fútbol, que son entidades centenarias muy arraigadas en sus comunidades.

«Como ven que es un negocio y los clubes siguen siendo una fábrica de jugadores importante, quieren darle ese negocio a otra gente, que cambie la matriz y habilitar a que los clubes se conviertan en sociedades anónimas», puntualiza el periodista.

La Asociación de Fútbol Argentino (AFA) tiene vetado en su estatuto la posibilidad de que en sus campeonatos jueguen asociaciones anónimas y no civiles. «Lo que busca Milei con su decreto de necesidad y urgencia (DNU) y la Ley Bases es que eso no pueda prevalecer, y que la AFA esté obligada a aceptar en su campeonato las sociedades anónimas. Será una batalla judicial», deduce el periodista.

¿Politiqué?

Más allá de las artimañas políticas que Milei quiera utilizar para intervenir en un nuevo nicho de poder, lo cierto es que el presidente no ha recurrido de momento a arengas facilonas ante la proximidad de la nueva edición de la Copa América que acoge Estados Unidos del 20 de junio al 14 de julio.

Lejos de reminiscencias maradonianas, que sí fue un sujeto político en sí mismo, ni Lionel Messi, el jugador estrella de la selección argentina, ni el técnico, Lionel Scaloni, han expresado favoritismos partidarios.

«Están más acomodados a estos tiempos de menor compromiso político, que no son solo del deporte, son en general. Le tienen mucho miedo a la polarización del debate político y a dejar afuera a potenciales clientes, porque las estrellas son marcas que caminan. No les interesa el debate político y pocos jugadores se animan a dar ese debate», reflexiona Fernández Moores.

«Se sobredimensiona la influencia que puede ejercer el fútbol en la sociedad. El fútbol produce tanto ruido que es muy engañoso, porque quizás es solo ruido, no es que influya tanto socialmente», añade el reconocido periodista

Esta pretensión de entretejer dos mundos tan dispares ya se intentó (una vez más) en el Mundial de 2002. Por entonces, llegaban del extranjero muchos periodistas que buscaban hilvanar el estallido social que había hecho zozobrar el país con aquel torneo deportivo, evoca Fernández Moores

«Los analistas escribían que lo único que faltaba era que la selección argentina tuviera un fracaso en el Mundial. Así fue que el equipo dirigido por Marcelo Bielsa, que había hecho una extraordinaria serie eliminatoria de clasificación y llegaba como gran candidato ganador, cayó en la primera rueda, mientras la economía comenzó a recuperarse, lejos de hacer desaparecer al país de la Tierra», rememora.

Lo que la política no une, el fútbol tampoco lo consigue. Que se lo digan a la Argentina campeona del Mundial 2022 que venía a unir todas las grietas y hoy convive con un Gobierno que ha hecho del exabrupto y la agresión su modus operandi. (Sputnik)

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